Fausto es mi hijo mayor y mañana cumple 10 años, su primera década, como dice él. Fausto llegó a mi vida y nos sorprendió a todos. Fue el primer hijo, el primer nieto, el primer sobrino, el primer niño entre las amigas y los amigos. Nació cuando mi marido y yo teníamos 23 años, estábamos estudiando, no teníamos mucho trabajo, no teníamos casa, no teníamos ni idea.
Solo lo teníamos a él. Y eso bastó.
Fausto llegó y supimos que lo único que importaba era hacerlo feliz, cuidarlo, verlo crecer, amarlo. Y nos llenó de amor, tanto amor que los que estaban enojados con nosotros, jóvenes irresponsables, se olvidaron de su enojo. Tanto amor que hizo que nosotros, que hacía poco que nos conocíamos y no sabíamos qué queríamos de la vida, decidamos quedarnos juntos.
Fausto es muy inteligente. Dice cosas como “El problema de esta familia es todos somos Sheldon”. O pregunta: “Mamá, ¿Mickey es medio nazi?¿no?”. Es curioso, le gusta saber, todo le interesa. Es muy buen alumno, todos los años está entre los mejores promedios de su grupo.
Es muy sensible y le da vergüenza. No quiere ver más Kung Fu Panda 2, y yo sé que es porque le dan ganas de llorar. El año pasado, cuando fue el mundial, estaba viendo una de las tantas publicidades con imágenes de los jugadores y los goles y se puso a llorar de emoción y cuando se dio cuenta de que lo estábamos mirando nos dijo “Es que Sudáfrica es muy linda”.
Le gusta su casa y su familia. Desde que tiene cuatro años nos dice que cuando él tenga veintiocho va a ser un papá. Quiso tener hermanos desde muy chiquito y una vez, estando en una zapatería llena de gente me gritó enojado “¿Para qué tenés esa panza tan grande, si no tenés un hermano adentro?”. Sufrió mucho cuando perdí un embarazo hace tres años y es feliz con su hermana, hace unas semanas me dijo “Ay, mamá, mientras más la miro, más la quiero”.
Vive diciendo cosas, habla sin parar, a veces se pasa de vuelta y hay que retarlo para que se calle. Nunca se quiere ir a dormir, aunque se caiga del sueño él quiere estar en el medio de la cosa, escuchando y opinando.
Ama los deportes, ver deportes, porque es bastante malo en todos los que ha intentado (fútbol, natación, taekwondo, básquet). Ahora está en un equipo de básquet y la falta de talento la compensa con mucho entusiasmo y buena voluntad.
Le gusta comer, disfruta de la comida y come de todo. Hace unos meses el pediatra nos dijo que estaba un poco excedido de peso, que era importante que se cuidara y que jugara mucho para que no engordara más. Al principio me asusté, después me sentí culpable, después me propuse acompañarlo y apoyarlo para que hiciera deporte, para que empezara a comer mejor, para que no estuviera tantas horas en la tele y en la compu. En la última consulta, el pediatra nos dijo que está bien, que tiene que seguir así. Y yo respiré.

Fausto tiene gustos distintos a los de sus compañeros. Es fanático de Star Wars, La liga de la justicia, Xmen, Robotech, Volver al futuro, El mago de Oz, Los Simpson, Futurama, Cobra, el hombre araña. Le gusta escuchar y bailar Mika, Lady Gaga, Blur, Michael Jakson, Miranda, Babasónicos, Radiohead. Lee Mafalda, Asterix, Chanti, Matias y cualquier historieta que pase por sus manos. Ama Harry Potter, en todos sus formatos (aunque con los libros recién empieza). El nene está apenas influido por su padre, a quien ha elegido como indiscutido modelo a seguir.
Lee un montón, solo o acompañado. Hemos leído juntos Cuentos de la selva de Horacio Quiroga; El extraño caso del Dr. Jekill y Mr. Hyde; Drácula; El gigante egoísta de Oscar Wilde. Lee un montón de cuentos de muchos autores y por ahí se engancha con alguna poesía. Lo último que me dice cada noche cuando lo tapo y lo beso para que se duerma es “pasame algo para leer”, y se duerme así, leyendo.

Fausto sufre por un montón de cosas, le cuesta relacionarse con los chicos de su edad, siente que no lo entienden porque los otros no quieren hacer lo que él dice, le cuesta adaptarse a las propuestas de los otros y siempre quiere ser el centro de atención. Le está costando, pero este año ha logrado mantener amistades con los chicos de su grado y con los del club, lo invitan a jugar y él trae amigos a la casa. Está comenzando a dejar de ser niño y oscila entre ver El club de Mickey Mouse con la hermana y preguntarme qué es una paja. Hace unos días, mientras jugábamos en su habitación, me preguntó si cuando tuviera dieciocho años podía traer una novia a dormir.
Nunca me aburro con él, aunque nuestro juego preferido es ver quién se queda más callado, porque si lo dejás te vuelve loca pensando y hablando.
Él es Fausto, el que conoce toda la mitología griega, nórdica, romana, el que le pidió a los reyes un globo terráqueo y un paraguas azul, el que una vez borró el disco D de la máquina con todos nuestros trabajos de la escuela y la facultad y nada pudimos recuperar, el que le lee cuentos a la hermana, el que me ha puesto tercera en el ranking de las mujeres más lindas del mundo, después de Shakira y de su madrina.
Con el que aprendí que lo único que necesito es amor.